Amante Eterno by J. R. Ward

Amante Eterno by J. R. Ward

autor:J. R. Ward [Ward, J. R.]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Erótico, Fantástico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2006-03-06T05:00:00+00:00


25

C

uando menguó la luz vespertina que se filtraba a través del bosque, O hizo retroceder el Toro, esquivando el montón de tierra que había creado él mismo.

—¿Listo para las tuberías? —gritó U.

—Sí. Deja caer una pieza. Veamos si encaja.

Un tubo de desagüe, de aleación metálica, de un metro de diámetro por dos y medio de longitud, fue metido en el agujero y quedó erguido sobre uno de sus extremos. Encajaba a la perfección.

—Meted los otros dos —ordenó O.

Veinte minutos después, las tres secciones de tubería estaban alineadas. Con el Dingo, O empujó la tierra, mientras otros dos restrictores mantenían los tubos en su lugar.

—Queda bien —dijo U, caminando alrededor—. Muy bien. Pero ¿cómo introducimos y sacamos a los civiles?

—Con un sistema de arneses. —O apagó el Dingo y fue a asomarse al interior de uno de los tubos—. Se consiguen en la sección de artículos deportivos de Dick, donde venden material de escalada. Somos lo suficientemente fuertes para alzar a los civiles, aunque sean pesos muertos y estén drogados, doloridos o exhaustos. Pesarán, pero no se resistirán mucho.

—Es una gran idea —murmuró U—. Pero ¿cómo los taparemos?

—Las tapas serán de malla metálica con un peso en el centro.

O miró hacia arriba y vio el cielo azul.

—¿En cuánto tiempo crees que quedará instalado el techo?

—Construiremos el último muro ahora mismo. Luego, lo único que tendremos que hacer será erigir las vigas y bajar las claraboyas. Las tejas no tardarán mucho, y ya hay tablillas en los tres muros que tenemos. Trasladaré aquí las herramientas, conseguiré una mesa y estaremos listos para comenzar mañana por la noche.

—¿Tendremos las mamparas de las claraboyas para entonces?

—Sí. Y son retráctiles, para poder abrirlas y cerrarlas.

—Desde luego, nos van a ser útiles. Un poco de luz solar es la mejor ayuda que puede tener un restrictor. Entra, resplandece un instante, y ni rastro de lo que fue un vampiro.

O inclinó la cabeza en dirección a la camioneta.

—Devolveré el Toro al alquiler de coches. ¿Necesitas algo de la ciudad?

—No. Tenemos de todo.

En su camino a Caldwell, O debería haber estado de buen humor. La edificación iba bien. El escuadrón aceptaba su liderazgo. El señor X no había vuelto a tratar el tema de los Betas. Pero se sentía… muerto. Una sensación tremendamente irónica para alguien que llevaba muerto tres años.

Ya se había sentido así una vez.

Fue en Sioux City, antes de convertirse en restrictor. Odiaba su vida. Acabó la secundaria con mucho esfuerzo, pero su familia no tenía dinero para enviarlo a la universidad, ni siquiera a una universidad pública, de modo que sus opciones profesionales habían sido limitadas. Cuando trabajó como gorila de bar intentó sacar provecho de su tamaño y su vena agresiva, pero la diversión fue moderada, pues los borrachos no solían defenderse, y golpear a los inconscientes no costaba más trabajo que golpear a una oveja.

Lo único bueno fue conocer a Jennifer. Ella lo había salvado del tedio irreflexivo, y él la había amado por ello. Aquella mujer representaba drama, emoción e incertidumbre en el insípido paisaje de la vida.



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